El despertar by Tamara Bueno

El despertar by Tamara Bueno

autor:Tamara Bueno
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela
publicado: 2014-06-24T22:00:00+00:00


Una hora más tarde estoy en mi oficina. Y aunque no quería separarme de él porque me siento segura, sé que debía hacerlo. Sanuel me ha dado su número y un spray de pimienta. Deseaba asegurarse de que puedo, al menos, espantar a Eddie ya que, por lo visto, todo volverá a ser como antes de que me atacase; nadie, excepto nosotros, recordará nada de lo sucedido. Al menos me ha dicho que no tardará…

***

He dejado a Selena para reunirme con Asel. Necesito respuestas. Esta vez no hemos quedado donde siempre, me ha dicho que mejor en el Café Du Monde, aunque no entiendo con qué fin. A estas horas hay mucha gente.

Al llegar lo veo sentado al fondo del local y voy hasta él.

—Hola Sanuel. ¿Cómo te encuentras?

—Obviamente tenso. ¿Por qué nos encontramos aquí? ¿Qué es lo que no me estás contando?

—Porque quiero desayunar y… siempre te lo he contado todo.

El matiz poco disimulado en pasado no me pasa desapercibido.

—Sí. Pero no ahora. —Su mirada se desvía de la mía—. Asel, somos amigos desde hace demasiado tiempo, te conozco. Sé que estás preocupado, pero sea lo que sea tienes que decírmelo. Necesito saberlo.

—Lo sé. —Sus ojos escrutan los míos—. Pero no aquí. Vamos.

Apura su taza, salimos del local y vamos hasta su coche, un viejo Hummer militar, y al poco ya estamos en su casa en el Garden District. Al contrario que a mí, a Asel sí que le gusta el ruido de la ciudad. Además, siempre ha preferido estar en el meollo de todo por si surge algo y le necesitamos.

Frente a la mansión siento la admiración de siempre por esta obra arquitectónica. Este inmenso museo, todo él para una sola persona. Asel no suele tener mucha compañía, a parte de la señora Fhillips que cuida la casa. Siempre he pensado que es mucho trabajo para una sola persona, pero ella no se queja y su madre tampoco lo hacía. Creo que a su manera quieren a Asel, protegerlo, y estoy seguro de que Johanna, su hija, también lo hará cuando llegue el momento.

Las blancas paredes, las columnas griegas cubiertas de enredaderas. Los árboles que rodean la mansión, haciendo de ella un refugio para todo el que atraviesa el linde del gran portalón que protege la propiedad. Los olores de la vegetación, de las flores que rodean la casa. Es como transportarte a otro mundo, uno que nos queda tan lejano…

Nada más entrar hago un esfuerzo tremendo por seguir sereno. No hemos cruzado ni dos palabras desde que salimos del café y necesito respuestas, las necesito ya.

Asel se dirige con paso sereno hasta la cocina y tranquilamente saca una vieja tetera de acero y la llena antes de ponerla al fuego. Coge un bote y pone dos cucharadas de una mezcla de hierbas en el filtro de cada taza. Y en una bandeja deposita las tazas con el azucarero, la lechera y un salvamanteles en el que coloca la tetera, que ya está lista. Todo muy ceremonioso, sin prisas, y me está poniendo de los nervios.



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